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Investigador indígena rescata prácticas médicas tradicionales de su pueblo

Estudio accedió a saberes ancestrales y catalogó 175 plantas medicinales utilizadas en el tratamiento de enfermedades como parasitosis, diabetes e hipertensión. La participación de la comunidad fue central en todas las etapas

Peer-Reviewed Publication

Fundação de Amparo à Pesquisa do Estado de São Paulo

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Pataxó Hãhãhãi during fieldwork in 2023 

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Credit: Hemerson Dantas dos Santos Pataxó Hãhãhãi

Un estudio inédito realizado por el etnobotánico Hemerson Dantas dos Santos Pataxó Hãhãhãi rescató saberes curativos ancestrales de su pueblo indígena. Actualmente doctorando en el Instituto de Ciencias Ambientales, Químicas y Farmacéuticas de la Universidad Federal de São Paulo (ICAQF-Unifesp), en Brasil, pertenece al pueblo Pataxó Hã-Hã-Hãi y, según Eliana Rodrigues, su tutora de doctorado, es “el primer investigador etnobotánico indígena del mundo”.

Un artículo que relata el estudio, firmado por Pataxó Hãhãhãi y Rodrigues, fue publicado en el Journal of Ethnobiology and Ethnomedicine. “Este trabajo fue hecho por nosotros y para nosotros. Rescata conocimientos que se estaban perdiendo y muestra que podemos hacer ciencia sin renunciar a lo que somos”, celebra el investigador.

El estudio buscó responder a demandas del propio pueblo Pataxó Hã-Hã-Hãi ante la progresiva desaparición de los saberes ancestrales. El foco inicial era encontrar tratamientos para las tres dolencias más comunes de la comunidad: parasitosis, diabetes e hipertensión. Estas enfermedades habían sido generadas o agravadas por la fragmentación y dispersión del pueblo, por el deterioro de las condiciones de vida y por el contacto con la sociedad envolvente.

Sin embargo, a partir de ese objetivo inicial, y ya en el marco de una investigación académica, el científico amplió el alcance de su trabajo y catalogó 175 plantas medicinales utilizadas por los Pataxó Hã-Hã-Hãi. De ellas, 43 eran empleadas específicamente para el tratamiento de las tres enfermedades que inspiraron la investigación, y el uso del 79 % de estas coincide con lo que señala la literatura científica reciente.

“Uno de los hallazgos que más me llamó la atención fue que las principales plantas medicinales utilizadas son especies exóticas, no nativas, sino introducidas en el territorio. Esto demuestra que la fragmentación y el desplazamiento forzado de la población originaria fueron acompañados por una extrema devastación ambiental, con la apropiación ilegal de tierras y la instalación de grandes haciendas”, afirma Pataxó Hãhãhãi.

Entre las plantas más utilizadas destacan el mastruz (Dysphania ambrosioides), para parasitosis; la moringa (Moringa oleifera), para diabetes; y el pasto limón (Cymbopogon citratus), para hipertensión. De estas tres, dos son exóticas, originarias de Asia e introducidas en Brasil durante el proceso colonial o incluso en tiempos más recientes: el pasto limón y la moringa. En cuanto al mastruz, muchos botánicos consideran que ya existía en zonas tropicales de Sudamérica antes de la llegada de los colonizadores y que ha sido utilizada durante siglos por pueblos indígenas. Otra planta considerada nativa y también usada para el tratamiento de parasitosis es la batata-de-purga (Operculina macrocarpa). “Pero, hasta ahora, he logrado encontrar pocas especies nativas. Muchas plantas mencionadas por los ancianos han desaparecido del monte”, lamenta Pataxó Hãhãhãi.

Contexto histórico

La Tierra Indígena Pataxó Hã-Hã-Hãi, también conocida como Tierra Indígena Caramuru/Paraguassu, está ubicada en el sur del estado de Bahía y tiene una extensión oficial de 54,105 hectáreas. La región fue oficialmente reservada para los indígenas en 1926 por el entonces denominado Servicio de Protección al Indio (SPI). Sin embargo, a partir de la década de 1940, con la expansión del cultivo de cacao, hubo invasiones por parte de hacendados, lo que resultó en la expulsión de gran parte de la población indígena original. En la década de 1970, el gobierno de Bahía extinguió la reserva y otorgó títulos de propiedad a los invasores.

En 1982, la entonces denominada Fundación Nacional del Indio (Funai, rebautizada en 2023 como Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas) interpuso una acción judicial para anular los títulos concedidos a los hacendados. Tras años de litigio, el Supremo Tribunal Federal (STF) falló a favor de los indígenas, reconociendo en 2012 la posesión tradicional de la tierra y determinando la retirada de los no indígenas. Pese a la decisión del STF, los conflictos continuaron y aún persisten. En 2024, una indígena de la región fue asesinada durante una acción de recuperación de tierras. En abril de este año, la Fuerza Nacional de Seguridad Pública tuvo que ser enviada al área para garantizar la integridad de la comunidad frente a nuevas amenazas.

“En este contexto, el medio ambiente cambió y gran parte de la cultura se perdió. La lengua tradicional, perteneciente al tronco Macro-Jê, se extinguió en 1992, con la muerte de Bahetá, la última hablante. Antes de fallecer, colaboró con investigadores en la elaboración de un cuaderno didáctico, llamado Cartilha Bahetá, con decenas de palabras y algunas frases”, explica Pataxó Hãhãhãi. “Descubrimos que muchas de esas palabras son exactamente iguales a las del maxacalí, que habitan el noreste de Minas Gerais [estado limítrofe con el sur de Bahía]. Antiguamente, el pueblo de aquí se encontraba con los maxacalí. Había senderos que atravesaban el monte entre Bahía y Minas”, relata el investigador.

Los antiguos rituales de pajelança también se desaprendieron con el desplazamiento forzado y la imposición de religiones. Actualmente, el pueblo Pataxó Hã-Hã-Hãi ya no está formado por una sola etnia, sino por una composición de varias que se reunieron en la región tras la recuperación del territorio. Con cerca de 3,600 personas distribuidas en diez aldeas, la tierra indígena incluye a los baenã, los kamakã, los tupinambá, los kariri-sapuyá y los gueren.

“Durante la investigación, una de las cosas que más me marcaron fue la dimensión de la pérdida: de plantas, de prácticas, de aspectos culturales completos. A pesar de todas esas pérdidas, algunos ancianos todavía recuerdan lo que aprendieron de sus padres o abuelos. Y fueron esos ancianos a quienes busqué para rescatar los saberes ancestrales. Muchos son evangélicos. El indígena evangélico todavía utiliza las plantas, pero las oraciones tradicionales usadas en los rituales de curación fueron sustituidas por rezos cristianos, citas de pasajes bíblicos y fragmentos de salmos”, relata Pataxó Hãhãhãi.

El estudio involucró a 19 especialistas indígenas reconocidos por su conocimiento en prácticas de curación. En el momento en que fueron entrevistados, entre febrero de 2022 y noviembre de 2023, estos especialistas tenían entre 50 y 85 años, y el 84 % de ellos más de 62 años. “La anciana con quien más contacto tuve fue doña Marta Xavier. Ella tiene un don de curación muy fuerte. Conoce muchas plantas medicinales y es capaz de descubrir otras. Cuando algún indígena tiene un problema más serio, a ella recurren. Doña Marta tiene un hermano llamado Aniraldo, un señor mayor, pero muy activo, que trabaja en el campo. En el lugar donde vive hay una unidad de salud y se construyó un vivero para cultivar plántulas de plantas medicinales”, recuerda el investigador.

Además de curandera, doña Marta fue partera, y muchos habitantes de la comunidad nacieron en sus manos. Hoy, los partos suelen realizarse en hospitales, pero el trabajo de esas parteras fue fundamental en el pasado. Pataxó Hãhãhãi cita una frase de su abuela: “Si no fuera por las parteras, ya no habría indígenas”.

El estudio se basó en un enfoque de investigación desarrollado por Eliana Rodrigues, denominado “etnobotánica participativa”. Este coloca a la población estudiada en el centro de todas las fases del trabajo: desde la definición de objetivos hasta la publicación, pasando por la recolección y el análisis de datos. “Es un procedimiento que empodera a los pueblos tradicionales y desafía la lógica colonial que siempre ha dominado la producción de conocimiento científico. En él, el propio indígena, o quilombola, o caiçara, o ribereño amazónico, recoge y registra su conocimiento tradicional, convirtiéndose, al mismo tiempo, en objeto y sujeto del estudio”, explica Rodrigues.

Ella capacita al investigador tradicional con métodos de la antropología cultural y de la botánica para que él mismo pueda entrevistar a los especialistas de su comunidad, descubrir qué plantas se utilizan y de qué manera, acceder a las clasificaciones taxonómicas de las especies empleadas y registrar todo el conocimiento adquirido, eventualmente en su propia lengua. “Él hace lo que quiera con su conocimiento tradicional. Eso es muy importante, porque representa una contribución a un tema polémico a nivel mundial: los derechos de propiedad intelectual sobre los conocimientos tradicionales”, subraya la investigadora.

Ella ejemplifica: “Pensemos en los guaraní. Ellos viven en Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay. Si un estudio accede a un saber tradicional guaraní, ¿a quién pertenece? ¿Al país? ¿Al pueblo? ¿A la aldea? ¿Al grupo familiar? Eso sigue sin resolverse. No tenemos mecanismos internacionales bien definidos para ello. Pero si el propio indígena, capacitado con los métodos de la academia, la antropología y la botánica, recoge y registra ese saber, tiene autonomía para decidir qué hacer con él. Esa es la lógica: capacitar al indígena para que tenga el poder de decidir sobre su propio conocimiento”.

La investigación de Pataxó Hãhãhãi incluyó visitas a las diez aldeas, sumando más de 240 días de trabajo de campo. Al residir en la propia comunidad, el investigador tuvo acceso a situaciones normalmente reservadas, como el uso de oraciones en la preparación de remedios. “Fue una inmersión en mi propia historia. Escuchar a los mayores, grabar sus memorias, me permitió conocer cosas que ni yo mismo sabía sobre mi pueblo”, afirma.

Además de los registros escritos, el proyecto dio como resultado un libro, un audiovisual y la colaboración para la implantación de un huerto de plantas medicinales en las aldeas. También se distribuirá un folleto con recetas que garanticen la seguridad en el uso de plantas medicinales, dirigido a jóvenes y profesionales de la salud indígena.

El estudio fue apoyado por la FAPESP mediante una beca de doctorado concedida al autor.

El artículo Participatory ethnobotany in indigenous health: study conducted by a Pataxó Hãhãhãi ethnobotanist among his people, Brazil puede ser leído en: ethnobiomed.biomedcentral.com/articles/10.1186/s13002-025-00782-4.

 


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