De las casi 100 vacunas contra el SARS-CoV-2 que se encuentran actualmente en ensayos clínicos, tan solo siete se administran por vía intranasal, a pesar del largo éxito de este tipo de vacunas a la hora de ofrecer protección contra la gripe. En un artículo de Perspective, Frances Lund y Troy Randall argumentan que las vacunas intranasales podrían ser beneficiosas en la lucha continua contra COVID-19, especialmente teniendo en cuenta que los virus respiratorios como el SARS-CoV-2 tienen su primera entrada predominantemente por el conducto nasal. Las vacunas contra la COVID-19 aprobadas actualmente se administran mediante inyección intramuscular, provocando respuestas inmunitarias sistémicas y memoria inmunitaria central. Si bien actualmente se administran varias versiones en todo el mundo, existen otras muchas en desarrollo. Sin embargo, según los autores, dada la propensión respiratoria del virus, es sorprendente que se estén considerando tan pocas vacunas intranasales, que suministran los antígenos directamente en el sitio de infección. En esta ocasión, Lund y Randal discuten el potencial de las vacunas intranasales contra la COVID-19, destacando sus ventajas, inconvenientes y justificación para su uso preferente sobre las opciones intramusculares. Además de no requerir agujas, las vacunas intranasales proporcionan dos capas adicionales de protección en comparación con las vacunas intramusculares. La inmunoglobulina A (IgA) obtenida por la vacuna intranasal y las células B y T de memoria residentes en los conductos nasales y las vías respiratorias superiores proporcionan una barrera contra la infección, impiden la replicación viral y reducen la diseminación viral. Lund y Randall señalan que las estrategias de vacunación eficaces no deben limitarse a un único sistema de administración y sugieren que una estrategia de vacunación ideal puede consistir en una vacuna intramuscular combinada con un refuerzo intranasal.
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