Un nuevo estudio ha identificado una proteína que agrava las devastadoras secuelas del trauma y la pérdida de sangre, y demuestra que esta vía es especialmente activa en mujeres. Los hallazgos revelan un nuevo mecanismo específico de cada sexo que determina cómo responde el cuerpo a las lesiones graves y sugieren que un fármaco aprobado podría mejorar los resultados clínicos tras un traumatismo en ambos sexos. El trauma y la pérdida de sangre provocados por lesiones graves pueden desencadenar una cascada potencialmente mortal conocida como «tormenta sistémica». Esto ocurre cuando las células muertas y moribundas liberan su contenido en el torrente sanguíneo, lo que provoca una inflamación sistémica y aumenta el riesgo de muerte en pacientes hospitalizados. El trauma sigue siendo una de las principales causas de muerte en jóvenes en todo el mundo, por lo que los científicos quieren saber si prevenir la tormenta sistémica podría mejorar las tasas de supervivencia. En esta ocasión, Xuejing Sun y sus colegas emplearon análisis metabólicos y proteicos en un modelo murino de la enfermedad. Los científicos trataron a los ratones con diversos inhibidores de la muerte celular y eliminaron genéticamente una proteína llamada gasdermina D, que está muy implicada en la inflamación y la muerte celular. Aunque cada inhibidor protegió parcialmente contra la tormenta sistémica, los autores observaron la mayor protección en los ratones que recibieron el inhibidor de la gasdermina D disulfiram. A continuación, el equipo analizó los datos de pacientes con traumatismos utilizando un sistema de puntuación multiómica recientemente desarrollado. Los investigadores observaron fuertes diferencias entre sexos en los datos, señalando que las pacientes femeninas tenían puntuaciones específicas de gasdermina D mucho más altas en comparación con los varones. Estudios adicionales en ratones mostraron que el tratamiento con disulfiram o la eliminación de la gasdermina D aumentaba la recuperación de la presión arterial en ambos sexos, pero producía mayores beneficios en las hembras. «Para aclarar las bases moleculares de la diferencia entre hombres y mujeres será necesario seguir investigando», advierten Sun y sus colaboradores.